HERSTORY. MARÍA MOLINER, PRIMERA DE SU CLASE
La mayoría de nosotros hemos visto esos dos volúmenes con sobrecubierta en blanco y negro que hacen de su lomo un reconocimiento inmediato de su gran creación: El Diccionario de Uso del Español, una obra más extensa que el diccionario de la RAE, que tardó más de 15 años en componerse por una mujer, María Juana Moliner y Ruiz, y a lapiz.
María Moliner es descrita por su biógrafa Inma de la Fuente en la obra El exilio interior: la vida de María Moliner, como una mujer “que no era feminista en el sentido actual ni reivindicaba la igualdad de tareas o roles en el hogar, pero era muy consciente de su capacidad profesional, de afianzarse en su carrera y de argumentar ante sus jefes las razones por las que una mujer necesitaba realizarse en el trabajo”.
Esa es quizá una de las partes más admirables de María Moliner, su capacidad de auto-reflexión para considerarse una profesional de primer orden en su campo, junto a su impresionante adaptabilidad a las circunstancias. Cualidades, profesional y humana, que conjugó de forma admirable para atender a las necesidades de su familia y su situación administrativa dentro de los procesos de depuración de la dictadura franquista.
Nacida en Paniza, Zaragoza en 1900 la familia se muda a Madrid dónde María se forma en la Institución de Libre Enseñanza. Sufren el abandono del padre, que emigra a Argentina para no volver, por lo que María, aún estudiante de bachillerato, colabora en la economía familiar dando clases particulares de Latín, Historia y Matemáticas, hasta que se vuelven a Aragón dónde termina el bachillerato.
Licenciada en Historia, con honores, en 1921 mientras colabora como lexicógrafa en el Instituto Aragonés, al año siguiente gana las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo de Simancas. Pero el frío clima castellano afecta a la salud de su madre, de la que está a cargo, por lo que, pesa aquí su calidad humana, decide pedir traslado a climas más templados, acabando en un destino menos apetecible, la Delegación de Hacienda de Murcia. Esta ciudad es en la que dónde por otro lado, conocerá a su marido, catedrático de física en la universidad murciana, dónde además María Moliner será la primera mujer en dar clase, en el año de 1924.
Trasladados a Valencia, su vocación la lleva a volcarse en la política Bibliotecaria Nacional, participando muy activamente en las Misiones Pedagógicas que a través de la Institución de Libre Enseñanza llevó a cabo la II República.
En la dictadura, los procesos de depuración de funcionarios del franquismo, hicieron que su marido perdiera la cátedra y ella fuera relegada 18 niveles de escalafón por debajo del suyo. Lejos de amedrentarse, su capacidad se adpatación la llevarán a seguir trabajando, mientras comienza a hacer anotaciones de vocablos, que serán el germen de su gran obra.
Rehabilitado su marido en 1946, la familia se traslada a Madrid, dónde María llegará a ser la directora de la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, hasta su jubilación en 1970.
Durante esos años, desarrolla su inmensa obra del Diccionario de Uso del Español, un diccionario del que ella decía “El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad"
Su punto de vista desencorseta el vocabulario y se adelanta a la RAE recogiendo palabras y expresiones que ya eran de uso habitual.
En 1972, fue la primera mujer en ser propuesta para formar parte de la Real Academia Española, pese a ser recomendada por primeras espadas como Dámaso Alonso, al final no entró. Las razones las podemos entender en declaraciones de su biógrafa Inma de la Fuente: “Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada”
La propia María Moliner declara : “Desde luego es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!»
En 1973 la Academia intenta limpiar el asunto dándole el premio Lorenzo Nieto Lopez por sus trabajos en pro de la lengua, galardón que ella rechazó, quiero pensar que orgullosa y acertadamente.
A título reflexivo podemos comparar las definiciones de feminismo que dan la RAE y el Diccionario de María Moliner
FEMINISMO:
Según María Moliner sería la “doctrina que considera justa la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Movimiento encaminado a conseguir la igualdad”.
Según la RAE: “1. m. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres. 2. m. Movimiento que se apoya en el feminismo.
María Moliner poseía tal capacidad cognitiva que sus percepciones eran más justas, un maravilloso artículo publicado en el blog de El PAis “Mujeres” deja claro su adelanto sociocultural con respecto a la Real Academia; en definiciones como la definición que hace el DRAE de la voz coloquial “hazana”: “faena casera habitual y propia de la mujer”, y que Moliner, como recordó Pilar García Mouton durante un homenaje a la lexicógrafa celebrado en Madrid, redactó así: “faena. Trabajo casero”. Simplemente eso, ni propio de la mujer ni del hombre. Trabajo casero, sin más.
Las palabras son determinantes en el entendimiento de conceptos, y al diccionario de la Academia le cuesta muños años eliminar connotaciones desiguales en las definiciones de los términos, dónde permanecen tópicos sobre lo femenino (“débil, endeble”) y lo varonil (“esforzado, valeroso, firme…
María Moliner es un ejemplo de coherencia e igualdad, por pura capacidad intelectual. Fué plenamente consciente de su discriminación intelectual por parte de la RAE solo por el hecho de ser mujer, ya que a lo largo de su vida profesional nunca entendió diferencia de género en las cualidades profesionales. Sería fantástico verla hoy día reflexionar y definir expresiones como el techo de cristal o la brecha salarial, pero solo hay que acudir a su diccionario para hacernos una idea de lo que diría.
María lo hizo primero, y lo hizo mejor.